AGUA QUE HUELE A RESINAS


Autora: Calina Pastrana

México:
En el eco de tus montañas hay fatiga,
hay cansancio en las hiervas,
en el canto de las aves hay protesta,
y hay tristeza en la oscura suavidad de la espesura.
La inconformidad se siente en la llanura,
los rencores se acumulan en los cardos
y en la oquedad de los troncos el odio se acuchilla.

El arado se traba entre los surcos,
la mano de mi hermano va empuñada,
con los ojos clavados en la tierra
y el pensamiento metido en las entrañas.

Tienen sed de justicia tus anhelos inciertos,
tienen sed de esperanzas hasta los mismos muertos;
y la justicia comodina y ciega,
va arrastrando en hilangos la codicia.

¡Así cantan los poetas,
así van hilvanando sus ilusiones huecas!
¡Yo le pido que canten suavemente,
pero que le canten a los pájaros y a las flores,
que no me canten a mi, no me hace falta su canto!

El que hablaba era un hombre enflaquecido
con la piel enjuta asta los huesos
y los pies partidos por el lodo.

¡Yo no quiero- decía- los versos del poeta,
tengo sed de justicia y de verdades!

Que callen por favor
que los derechos no se cumplen con palabras;
la poesía alimenta el pensamiento,
pero deja en el estomago la misma necesidad,
y el mismo sufrimiento.

Me acerque mas a el y en silencio
Escuche lo que decía:

Yo me fui de mi pueblo cargando mis tristezas,
hoy regreso a mi pueblo con las mismas pobrezas.

¡Vengo a mirar la cara a la justicia,
y quiero que la justicia vea mi cara!
¡Si no fuera mujer le exigiría
que tuviera vergüenza y más hombría!

Yo no quiero escuchar palabras enmieladas,
yo conozco una sola, una sola palabra sin poesía
que es parte de mi cuerpo y de mi sangre,
una sola palabra carcomida,
y no la digas poeta… ¡es mi hambre!

El hombre en su cotón más flaco se veía,
con la cara ceniza y con las manos vacías.

Una mueca en la sonrisa la borró bien sus lágrimas,
y me dolió cuando dijo con humildes palabras:

Yo nací en este pueblo con casitas de palma,
muy cerca baja el rió con olor a resinas,
no tenemos descanso, tenemos la capilla;
el viejo campanario se llena de gorriones
y de pocos rosarios.

Cuando un perro se muere por falta de tortillas,
lo arrastra la barranca,
y de esa agua que corre se llenan las tinajas.

No tenemos farmacias,
tenemos curanderos, que quitan los dolores
con hiervas y milagros.

Son muy grandes las tierras,
y son grandes los potreros,
es buena la cosecha, pero es grande la colmena.

El rió se va secando igual que las resinas,
y se va secando el hambre, igual que la fatiga;
pero de mis pesares no, no repartiré yo quejas,
yo solo tengo una; el canto del poeta.

En el tiempo del tiempo
llegan a este pueblo los hombres del partido
alborotando gente,
quieren que todo el pueblo, en un solo estallido,
aumente más el triunfo del hombre prometido.

Y en toda es alegría del aplauso candente,
la tristeza se esconde, y tiene fiesta mi pueblo
fiesta para los perros y fiesta para mi gente.

Hoy que e vuelto a mi pueblo, me encontré con las promesas,
entre las mismas cosas y con las mismas quejas,
promesas de esos hombres que no fueron cumplidas,
y que se fueron quedando como cosa perdidas.

Porque, ¡nada cambio en mi pueblo!
¡Están los mismos anhelos y están los mismos quejidos!
¡el mismo sol inclemente y el mismo canto del grillo!

Encontré en los basureros el mismo olor de los cerdos,
las mismas moscas picando sobre los huesos de un perro.

Los atajos polvorosos y el cansancio del arriero,
pisando con sus huaraches la tierra del hormiguero.

También encontré cansada a la misma mujer preñada,
lavando en las mismas piedras.

Las barrancas estancadas y dentro de esa agua puerca,
toda la sed de mi pueblo.

Hay marañas en las calles,
hay fatiga y hay tristezas,
hay rencores y protestas, pero protestas a Dios,
protestas que son sus quejas guardadas con devoción.

Al volver hoy a mi pueblo,
me encontré con esos hombres del poderoso partido;
han traído las promesas que ya no tienen sentido.

¡Han puesto ya la tribuna sobre el tronco de un capiro,
y han colgado los papeles que siempre dicen lo mismo!

¡Escuchen … Si… Están diciendo lo mismo!

¡No han cambiado sus palabras que jamás he comprendido!
¡Es la misma cantaleta y siempre el mismo estribillo!

¡Por favor díganles que se callen!
¿Alguien?¿Alguien quiere decirles que se callen?

¡No quiero escuchar ya palabras ejidales ,
no quiero escuchar el ruido de ese enjambre,
se me secó el entusiasmo cuando se secó mi hambre!

¡No tengo fe ni confianza,
solo tengo mi cansancio!

¡Y mi cansancio no sirve.
Y no sirven mis aplausos!

¡Alguien debe decirles que se callen¡
¡No entiendo su revolución, no soy razón de su meta!

Me han cansado las promesas
Y me han cansado también…
¡Los versos, los versos de los poetas!

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