Modesto Lidio Alavéz Barragán.

Nació en Santiago Amoltepec, Sola de Vega, Oaxaca en 1952. Es profesor de Educación Primaria, egresado de la Escuela Normal Rural de Reyes Mantecón, Oaxaca. Ha participado en certámenes literarios obteniendo el tercer lugar en cuento para niños en el concurso SEPSNTE, 1968, con “Viaje ahora y cuente después”. Su trabajo “Un Filtro de Amor” obtuvo el segundo lugar en el Primer concurso de cuento del Suplemento sabatino “Etcétera” (Primera Época) del diario “Extra” de Oaxaca. Es autor del libro “Un Filtro de Amor y otros cuentos”, publicado por la Casa de la Cultura Oaxaqueña en la Colección Siete Venado. Actualmente es Secretario de Escuelas Primarias de la sección 22 del Magisterio Democrático.


Leobardo Ricardo Prudencio es un maestro, poeta y político mexicano miembro del Partido Socialista de los Trabajadores. Nació en el estado de Colima y fue el primer profesor bilingüe de la Comunidad Indígena de Zacualpan, Estado de Colima. Fue diputado en la XLVI Legislatura del Congreso del Estado de Colima. Fue junto a Ignacio Cueva Martínez, los únicos del PST en lograr diputaciones al Congreso local gracias a las reformas promovidas durante el gobierno de José López Portillo. Su poesía «El Mártir del Desierto» es muy conocida y utilizada durante el día al docente. Actualmente es profesor en la Universidad de Colima.

“EL MARTIR DEL DESIERTO”


Maestro… ¿Dónde, dónde está el monumento que el pueblo y el gobierno en tu honor han levantado?… ¿Dónde… dónde está el monumento?.

Si fueras coronel y trajeras tu fusil colgado al hombro, te pondrían cien medallas por cada ser humano asesinado… Serías un héroe nacional. Harían tu efigie en mármol, bronce u oro y un escrito que a la letra así dijera: “Salve… Oh mártir, que cubriste con decoro las armas nacionales en todas las trincheras”…

Pondrían tu nombre a calles y parques y jardines, y con toques de trompetas y clarines, harían que fuera el pueblo tu féretro a besar… Y en vez de cirios… Estarían cuatro cadetes del heroico Colegio Militar.

Es risible, maestro, pero es la realidad… Tú, que luchas a diario por los campos, por las sierras, por la veredas y hoyancos, donde fuiste regando con tu sangre los caminos… Donde con paciencia hiciste gente, a tantos campesinos, enseñándoles que entre el lápiz y el abismo, hay una gran distancia, y esa distancia se llama… analfabetismo.

Con tu sudor se construyeron las aulas de tu escuela, con tu sabiduría hiciste de cada niño… ¡un pájaro que vuela!… Con tus sonrisas formaste un jardín lleno de rosas y con tus cantos nacieron, sin querer las mariposas…

Maestro… Tú que libras a diario, batalla tras batalla, sin ruidos de fusiles, sin fuego de metralla… tienes que esperar medio siglo a que pongan en tu escuálida mano, la famosa medalla Altamirano.

Una sola… Maestro, una sola… No mereces más; pues tu espada es de grafito, de gis y de pizarra… Es papel que no chorrea sangre… Es arcilla que no hiere, es arcilla que no mata, es escoria que no sirve en los campos de batalla, es ceniza que se esparce, es ceniza que no marca huellas… Es río que perdió para siempre su cauce.

Tus esfuerzos no sirven, maestro… tus desvelos a nadie le importan, a nadie le interesan… Porque el honor y la gloria solo se ganan en combate… Y tú, no te ensañas con los niños que salen a tu encuentro, no te ríes a carcajadas del dolor que llevan dentro y nunca la espalda les das si te piden, Maestro… tu consejo.

Jamás dañas, jamás hieres, jamás matas… Tu labor no es destruir vidas. Tu misión es hacer hombres que sepan construir sus propias vidas. Cambiar al mundo te pusiste como meta, sin importarte caer en las garras del desprecio de las gentes que solo ven en ti… un mendigo que se arrastra como una marioneta en el trapecio.

Cambiaste estrellas y barras por espinas, dejaste casa, padres, hermanos… por una sola dicha: Hacer del niño un pavoreal de mil colores. Cambiaste lujos, alfombras y cortinas… Por una choza humilde de cartones… Dejaste mesas con platillos y manteles, para irte a pasar hambres con las gentes que sueñan con castillos y oropeles.

¿Y ese sacrificio… en cuenta quién lo toma?… Te humillan cuando pides aumento de salario, se mofan cuando exiges respeto a tus derechos, se burlan y se ríen, te miran con desprecio… Y en cambio, sí… te exigen que cumplas el programa, que rindas pleitesía a aquél que te difama… que aplaudas sus conquistas, sus logros y su fama… que no hables mal de nadie, porque eso… es ser antirrevolucionario.

Si dices la verdad… Cometes sacrilegio. Si exiges lo que es tuyo… Eres un necio. Si expresas lo que sientes… no sirves a la causa. Si tomas la bandera defendiendo al campesino… A la cárcel irás muriendo a pausas… y no habrá organismos ni padrinos que tomen por su cuenta tu defensa.

En cambio… Si ven brillar el sol entre tus manos… Serás el amigo, el compadre del alma… y tendrán la desvergüenza, de tratarte en las calles como hermano.

¡Qué triste Maestro.. qué triste!… Se consume tu cuerpo y te resistes a morir en un lecho cuajado de delicias. Cambias todo por un solo puñado de sonrisas, que vengan a apagar tu dolor si estás enfermo y llevarte grabadas sus caritas… en tu viaje hacia el eterno.

¡Con eso te conformas!… ¡Con eso te consuelas!… y no quieres minutos de silencio, ni zarzuelas de espadas, fusiles o metrallas…. te humillan los honores con todo y sus medallas. Te ofenden las limosnas que te ofrecen como aumentos… Degradan tu sapiencia las miles de reformas… poniendo en duda, Maestro… Tu gran conocimiento.

¡Y tú!… sigues con tu pecho erguido… sin darte cuenta que eres hombre, en una sociedad perdida… Tu barca en vez de ser una reina de los mares… Es canoa de ingratitudes y pesares… Y el campo en que laboras… ¡Un desierto! Donde anidan serpientes ponzoñosas que se arrastran con cautela tenebrosas, esperando que caigas en sus fauces… Y por todas esas cosas… Maestro… ¿Dónde… Dónde está el monumento?.

AUTORES
Prof. Antonio Ramírez Salinas alias el Cuchillo.. Prof Mateo alias el piochas.. y Prof Agustin alias el Chiquito…
INFORMACIÓN PROPORCIONADA POR:

lili ramirez
sidmar-ragl-31@hotmail.com
187.147.195.43

LA REVOLUCION


(Modesto Lidio Alavez Barragán)

En 1910, nació la revolución.
Pero la mataron acabando de nacer.
Pero triunfo la revolución.
¡No es verdad!
La revolución fue traicionada.
El señor Zapata, asesinado.
Mi general Villa, asesinado.

Pero el obrero gana más
¡No es verdad!
El patrón le roba, lo mata,
Lo engaña, Lo estafa, lo explota,
Lo encarcela, lo asesina,…

Pero tiene sindicatos.
¡No es verdad!
El sindicato es del patrón.
El campesino tiene tierras
¡No es verdad!
También es del patrón.
Pero hay democracia,
¡No es verdad!
Es mentira del patrón.

México progresa.
¡No es verdad!
Más rico es el patrón.
En México hay garantías.
¡No es verdad!
Sólo hay para el patrón.

Yo soy la voz de la nación
¡No es verdad!
Eres la voz del patrón.
Y ustedes ¿quiénes son?
Somos el pueblo:

Sudor, obrero, taller, arado, manos,
Hambre, miseria, pena, dolor, muerte.
Silencio, ya se quienes son_

Los que pisoteas, los que engañas, los que robas,
Los que encarcelas, los que matas, los que compras,los débiles, los hambrientos, los resignados,
Los tontos, los enfermos, los esclavos.

Silencioooooo.
Por hoy guardamos silencio, pero oyeme tú, voz del patrón,
No se puede engañar toda la vida, y al final…
Nosotros ganaremos, porque somos:
El pueblo, la fuerza, la razón, la libertad y la justicia, y entonces venceremos.
Al final, patrón, al final.
¡Venceremos! ¡Venceremos! ¡Venceremos!

LA PATRIA ES TAMBIEN DUELO


(Roger Cicero MacKinney)

Aquí van unos versos que bien podrían
Escribirse en la tierra con sudor campesino;
En el taller gritarse a golpes de martillo;
Gemirse entre las milpas de espigazón fortuita;
Aporrearse en las calles con pasos indignados
Y dictarse en la escuela, consignarse en las plazas
Y rezarse en los templos de cualesquiera credos.

Aquí van unos versos de acusación
A toda la canalla de un régimen.
De sentencias de muerte para quienes violaron
Anhelos ciudadanos, y burlaron la santa
Voluntad de mi pueblo, la sonrisa de niños,
La sed ha de ser saciada en vasos de justicia
Por jóvenes y ancianos.

En estos versos queden, bien claros, los motivos
De la protesta fuerte que emiten las gargantas
Y señalan los dedos índices de incontables
Democráticas manos.

Que se escriba en la historia, como antes esculpieron sus cosas trascendentes los hombres mayas,
Que en Yucatán se hizo –en Yucatán que es México-
Escarnio del sufragio popular y efectivo,
Meta principalísima por la cual se vertiera
A torrentes la sangre de revolucionarios,
Que ha principios de siglo, pensando en u futuro
Mejor para la patria, abrieron un camino
A seguir por nosotros directo a sus ideales.

Que se escriba en la historia que el gobierno presente
Ha implantado un sistema diametralmente opuesto
Al rumbo apetecido, destrozando el cimiento
De todas nuestras leyes, y manchando de facto
Con miasmas la memoria de todos nuestros próceres
Y todas sus batallas por el nombre de México,
Que soñaron sinónimo de paz y democracia.

Que se escriba y lo sepan mañana cuantos nazcan,
Que el presidente en turno –y grábese su tiempo-
Con su cauda de indignos milites y ministros;
Rufianes de congreso y espurios senadores,
Gobernantes ladrones hasta de voluntades;
Autoridades todas con fuero y sin siquiera
Respeto a los segundos apellidos que llevan,
Actuaron en funciones de delincuentes, ahora,
De espaldas a este pueblo que contrasta su vida
Con la desvergonzada, de opulencia inaudita,
Babosa en las palabras de promesas desleales,
Egocéntrica y sucia – y faltan adjetivos! –
De las que llevan estos hijos de arrepentidas
Madres de haberlo sido.

Que se escriba en la historia esta página negra
Con negrura de lutos, para que los futuros
Ciudadanos entiendan que la patria no es sólo
Las cadencias de un himno, ni el ondear de una insignia
Ni la campana a vuelo de fiestas nacionales…

Duelo es también la patria y es también infortunio
Mientras haya especies humanas maldecidas
Por su ser que es el pueblo; mientras existan cárceles
Sin razón de sus rejas; fusiles represivos
De fundadas demandas, e imposición y fraude
Y calumnia y escarnio!

Es la verdad aunque esta nos ahogue al decirla,
Son los llantos que tienen que llorar nuestros ojos,
Y es la activa conciencia de hacer enjuiciamientos
Para que un día sean realidades los sueños!

LA MUÑECA


(¿AUTOR?)

En una noche de invierno
Una niña pordiosera
Con los pies casi desnudos
Y las manecitas yertas,
Cubriendo a modo de manto
Con su falda la cabeza,
Y sin temor a la lluvia
Que cada vez más arrecia,
Contempla extasiada y triste
El interior de una tienda,
Que por su gusto en juguetes
Es de todas la primera.
¿Qué haces ahí? Le pregunta
con voz desabrida y seca
un dependiente,
empujando
a la niña hacia la acera,
déjeme usted, es que estaba
mirando esa muñeca.
Ah, ya, retírate pronto
Y deja libre la puerta.
¿Dígame usted… ¿cuesta mucho?
¿Quiéres marcharte chicuela?
Será muy cara, ¿verdad?
¡Lo que es que si yo pudiera!
Los demonios con la chica
Pues no puede comprarla ella.
¡lárgate a pedir limosna!
La muñeca que te gusta
Y déjate de simplezas
Cuesta un duro. ¡con que, fuera!
Marchóse la pobrecita
Ocultando su tristeza.
En vano pide limosna,
Ninguno escucha sus quejas
Y enfallecida y triste,
Cruza calles y plazuelas
Recordando en su amargura
La tentadora muñeca.
Caballero, una limosna
A esta pobrecita huérfana,
¡Quítate que voy de prisa!
¡por Dios, señor, aunque sea un céntimo
tengo hambre…
¡Pobre niña! ¡Me das pena! ¡Toma!
pero señor, si es un duro!
no le hace te lo doy
para que tengas esta noche
buena cama y buena cena!
deje usted que le bese la mano!
quita chicuela,
un duro, estoy contenta,
¡No Será falso! ¿verdad?
¿Cómo muchacha, tú piensas?
No señor, dispense usted!
Pero, vamos, la sorpresa…
¡Si me vuelvo loca de alegría!
Que dios le premie en el mundo
Y le dé la gloria eterna
Y apretando entre sus manos
Convulsiva la moneda,
Corrió por las calles abajo
Veloz como una saeta.
Otro día se comentaba en la prensa
El hecho de haber hallado
En el quicio de una puerta,
El cadáver de una niña
Abrazada a su muñeca.

A LA JUVENTUD


(Joaquín Baca González)

Juventud, estación maravillosa,
Periodo de las grandes ilusiones,
De la preparación digna y virtuosa
Para efectuar muy próximas misiones.

Debes saber que no has venido al mundo
A vivir al azar, y que no te nombre,
Es preciso determinar su rumbo
Para cumplir con la misión del hombre.

No permanezcas con la turba oscura
De jóvenes sedientos de placeres,
Alístate en los campos de cultura
Para formar tus nobles procederes.

Debes considerar siempre tu vida
Como el esquema de importante empresa,
Sin omitir detalle ni medida
Digna del constructor y su entereza.

Nadie puede saber lo del mañana
Encierra para ti, por esto mismo,
No malgastes tu juventud ufana
Enfréntate a luchar sin pesimismo.

Es la ocasión de echar buenos cimientos
Para alcanzar el triunfo que ambicionas,
Si no sacas provecho de tus intentos
Tus propias facultades aprisionas.

Si bien tus aptitudes aprovechas
Tú serás el artífice que quieras;
Has de cantar al mundo tus endechas
Al ver cristalizarse tus quimeras.

Tienen tus juveniles energías
Inmenso y fértil campo donde emplearse,
No cortes el afluvio de alegrías
Que resuma tu ser sin limitarse.

Encierra en sí la juventud divina
Cual nítida riqueza de un tesoro,
Impetu incontenible que te anima
Sol que te baña con sus rayos de oro.

Sí por ahora el porvenir té inquieta
Procura caminar por la ancha vía,
Al superarte fijarás la meta
Que alcanzarás en un cercano día.

Credo mexicano


Por Ricardo López Méndez

México, creo en ti,
Como en el vértice de un juramento.
Tú hueles a tragedia, tierra mía,
Y sin embargo, ríes demasiado,
A caso porque sabes que la risa
Es la envoltura de un dolor callado.

México, creo en ti,
Sin que te represente en una forma
Porque te llevo dentro, sin que sepa
Lo que tú eres en mí; pero presiento
Que mucho te pareces a mi alma
Que sé que existe pero no la veo.

México, creo en ti,
En el vuelo sutil de tus canciones
Que nacen porque sí, en la plegaria
Que yo aprendí para llamarte Patria,
Algo que es mío en mí como tu sombra
Que se tiende con vida sobre el mapa.

México, creo en ti,
En forma tal, que tienes de mi amada
La promesa y el beso que son míos.
Sin que sepa por qué se me entregaron;
No sé si por ser bueno o por ser malo,
O porque del perdón nazca el milagro.

México, creo en ti,
Sin preocuparme el oro de tu entraña;
Es bastante la vida de tu barro
Que refresca lo claro de las aguas,
En el jarro que llora por los poros,
La opresión de la carne de tu raza.

México, creo en ti,
Porque creyendo te me vuelves ansia
Y castidad y celo y esperanza.
Si yo conozco el cielo es por tu cielo,
Si conozco el dolor es por tus lágrimas
Que están en mí aprendiendo a ser lloradas.

México, creo en ti,
En tus cosechas de milagrería
Que sólo son deseo en las palabras.
Te contagias de auroras que te cantas.
¡Y todo el bosque se te vuelve carne!
¡Y todo el hombre se te vuelve selva!

México, creo en ti,
Porque escribes tu nombre con la X
Que algo tiene de cruz y de calvario:
Porque el águila brava de tu escudo
Se divierte jugando a los “volados:
Con la vida y, a veces, con la muerte.

México, creo en ti,
Como creo en los clavos que te sangran:
En las espinas que hay en tu corona,
Y en el mar que te aprieta la cintura
Para que tomes en la forma humana
Hechura de sirena en las espumas.

México, creo en ti,
Porque si no creyera que eres mío
El propio corazón me lo gritara,
Y te arrebataría con mis brazos
A todo intento de volverte ajeno,
¡Sintiendo que a mí mismo me salvaba!

México, creo en ti,
Porque eres el alto de mi marcha
Y el punto de partida de mi impulso
¡Mi credo, Patria, tiene que ser tuyo,
Como la voz que salva
Y como el ancla…!

Volverán las oscuras golondrinas


Gustavo Adolfo Bécquer
(1836-1870)

Volverán las oscuras golondrinas
en tu balcón sus nidos a colgar,
y, otra vez, con el ala a sus cristales
jugando llamarán;
pero aquéllas que el vuelo refrenaban
tu hermosura y mi dicha al contemplar,
aquéllas que aprendieron nuestros nombres…
ésas… ¡no volverán!

Volverán las tupidas madreselvas
de tu jardín las tapias a escalar,
y otra vez a la tarde, aun más hermosas,
sus flores se abrirán;
pero aquéllas, cuajadas de rocío,
cuyas gotas mirábamos temblar
y caer, como lágrimas del día…
ésas… ¡no volverán!

Volverán del amor en tus oídos
las palabras ardientes a sonar;
tu corazón, de su profundo sueño
tal vez despertará;
pero mudo y absorto y de rodillas,
como se adora a Dios ante su altar,
como yo te he querido…, desengáñate:
¡así no te querrán!

Poema Elegía


de Miguel Hernandez

(En Orihuela, su pueblo y el mío, se
me ha muerto como del rayo Ramón Sijé,
con quien tanto quería.)

Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma, tan temprano.

Alimentando lluvias, caracolas
y órganos mi dolor sin instrumento.
a las desalentadas amapolas

daré tu corazón por alimento.
Tanto dolor se agrupa en mi costado,
que por doler me duele hasta el aliento.

Un manotazo duro, un golpe helado,
un hachazo invisible y homicida,
un empujón brutal te ha derribado.

No hay extensión más grande que mi herida,
lloro mi desventura y sus conjuntos
y siento más tu muerte que mi vida.

Ando sobre rastrojos de difuntos,
y sin calor de nadie y sin consuelo
voy de mi corazón a mis asuntos.

Temprano levantó la muerte el vuelo,
temprano madrugó la madrugada,
temprano estás rodando por el suelo.

No perdono a la muerte enamorada,
no perdono a la vida desatenta,
no perdono a la tierra ni a la nada.

En mis manos levanto una tormenta
de piedras, rayos y hachas estridentes
sedienta de catástrofes y hambrienta.

Quiero escarbar la tierra con los dientes,
quiero apartar la tierra parte a parte
a dentelladas secas y calientes.

Quiero minar la tierra hasta encontrarte
y besarte la noble calavera
y desamordazarte y regresarte.

Volverás a mi huerto y a mi higuera:
por los altos andamios de las flores
pajareará tu alma colmenera

de angelicales ceras y labores.
Volverás al arrullo de las rejas
de los enamorados labradores.

Alegrarás la sombra de mis cejas,
y tu sangre se irán a cada lado
disputando tu novia y las abejas.

Tu corazón, ya terciopelo ajado,
llama a un campo de almendras espumosas
mi avariciosa voz de enamorado.

A las aladas almas de las rosas
del almendro de nata te requiero,
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero.

POEMA XX


Puedo escribir los versos más tristes esta noche.

Escribir, por ejemplo: «La noche está estrellada,
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos.»

El viento de la noche gira en el cielo y canta.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, y a veces ella también me quiso.

En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.
La besé tantas veces bajo el cielo infinito.

Ella me quiso, a veces yo también la quería.
¡Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos!

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.

Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella.
Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.

¡Qué importa que mi amor no pudiera guardarla!
La noche está estrellada y ella no está conmigo.

Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.
Mi alma no se contenta con haberla perdido.

Como para acercarla mi mirada la busca.
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.

La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.

Yo no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise..
Mi voz buscaba al viento para tocar su oído.

De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.

Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.

Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos,
mi alma no se contenta con haberla perdido.

Aunque éste sea el último dolor que ella me causa,
y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.

Pablo Neruda, poeta chileno (1904-1973)

Oración al Cristo del Calvario


Gabriela Mistral

En esta tarde, Cristo del Calvario,
vine a rogarte por mi carne enferma;
pero, al verte, mis ojos van y vienen
de tu cuerpo a mi cuerpo con vergüenza.

¿Cómo quejarme de mis pies cansados,
cuando veo los tuyos destrozados?
¿Cómo mostrarte mis manos vacías,
cuando las tuyas están llenas de heridas?

¿Cómo explicarte a ti mi soledad,
cuando en la cruz alzado y solo estás?
¿Cómo explicarte que no tengo amor,
cuando tienes rasgado el corazón?

Ahora ya no me acuerdo de nada,
huyeron de mí todas mis dolencias.
El ímpetu del ruego que traía
se me ahoga en la boca pedigüeña.

Y sólo pido no pedirte nada,
estar aquí, junto a tu imagen muerta,
ir aprendiendo que el dolor es sólo
la llave santa de tu santa puerta.

Amén

Ante el Cristo de la Buena Muerte.


D. José María Pemán

¡Cristo de la Buena Muerte,
el de la faz amorosa,
tronchada, como una rosa,
sobre el blanco cuerpo inerte
que en el madero reposa !

¿Quién pudo de esa manera
darte esta noble y severa
majestad, llena de calma?
¡No fue una mano, fue un alma
la que talló tu madera!

Fue, Señor, que el que tallaba,
tu figura, con tal celo
y con tal ansia te amaba,
que, a fuerza de amor, llevaba
dentro del alma el modelo.

Fue que al tallarte sentía
un ansia tan verdadera,
que en arrobos le sumía,
y cuajaba en la madera
lo que en arrobos veía.

Fue que ese rostro, Señor,
y esa ternura al tallarte,
y esa expresión de dolor,
más que milagros del arte,
fueron milagros de amor.

Fue, en fin, que ya no pudieron
sus manos llegar a tanto,
y desmayadas cayeron…
¡y los ángeles te hicieron
con sus manos mientras tanto!

* * *

Por eso a tus pies postrado;
por tus dolores herido
de un dolor desconsolado;
ante tu imagen vencido
y ante tu Cruz humillado,

siento unas ansias fogosas
de abrazarte y bendecirte,
y ante tus Plantas piadosas
quiero decirte mil cosas
que no sé cómo decirte…

¡Frente, que herida de amor,
te rindes de sufrimientos
sobre el pecho del Señor,
como los lirios que, en flor,
tronchan, al paso, los vientos!

¡Brazos rígidos y yertos,
por tres garfios traspasados,
que aquí estáis, por mis pecados,
para recibirme, abiertos;
para esperarme, clavados!

¡Cuerpo llagado de amores
yo te adoro y yo te sigo!
Yo, Señor de los señores,
quiero partir tus dolores
subiendo a la Cruz contigo.

Quiero en la vida seguirte
y por sus caminos irte
alabando y bendiciendo,
y bendecirte sufriendo
y muriendo, bendecirte.

Quiero, Señor, en tu encanto
tener mis sentidos presos,
y, unido a tu cuerpo santo,
mojar tu rostro con Ilanto,
secar tu llanto con besos.

Quiero, en santo desvarío,
besando tu rostro frío,
besando tu cuerpo inerte,
llamarte mil veces mio…,
¡Cristo de la Buena Muerte!

* * *

Y Tú, Rey de las Bondades,
que mueres por tu bondad,
muéstrame con claridad
la Verdad de las verdades,
que es sobre todo verdad.

Que mi alma, en Ti prisionera,
vaya fuera de su centro
por la vida bullanguera:
que no le Ileguen adentro
las algazaras de fuera;

que no ame la poquedad
de cosas que van y vienen;
que adore la austeridad
de estos sentires que tienen
sabores de eternidad;

que no turbe mi conciencia
la opinión del mundo necio;
que aprenda, Señor, la ciencia
de ver con indiferencia
la adulación y el desprecio;

que sienta una dulce herida
de ansia de amor desmedida;
que ame tu Ciencia y tu Luz;
que vaya, en fin, por la vida
como Tú estás en la Cruz:

de sangre los pies cubiertos,
llagadas de amor las manos,
los ojos al mundo muertos,
y los dos brazos abiertos
para todos mis hermanos.

* * *

Señor, aunque no merezco
que tú escuches mi quejido,
por la muerte que has sufrido,
escucha lo que te ofrezco
y escucha lo que te pido.

A ofrecerte, Señor, vengo
mi ser, mi vida, mi amor,
mi alegria, mi dolor;
cuanto puedo y cuanto tengo;
cuanto me has dado, Señor.

Y a cambio de este alma llena
de amor que vengo a ofrecerte,
dame una vida serena
y una muerte santa y buena…
¡Cristo de la Buena Muerte!

A TODOS LOS NIÑOS DEL MUNDO


(Fidencio Escamilla Cervantes)

“Si un niño vive con tolerancia,
aprende a ser paciente,
si un niño vive con valor,
aprenderá a tener confianza,
si un niño vive con elogios,
aprenderá a apreciar.
Si un niño vive con honradez,
Aprenderá la justicia.
Si un niño vive con seguridad,
Aprenderá a tener fe.
Si un niño vive con aceptación y amistad,
Aprenderá a apreciar.
Los niños aprenden lo que viven”

A todos los niños del mundo,
A todos los hombres de este planeta nuestro.
A todos los niños que viven en sus miserias por los pueblos,
A los que habitan resignados en estériles desiertos,
A los que piden justicia en el propio corazón de México:
A todos esos niños diseminados por el mundo entero,
Los invitamos a escuchar estas palabras de reencuentro.

Una vez alguien dijo un comentario cierto;
“Hay que preparar al niño para la vida”
pero yo pregunto a todos los sabios de este planeta nuestro;
¿ya prepararon la vida para los niños de este tiempo?
Esa ciencia, que sólo es ciencia
Para llenar al mundo de armamento,
Donde el hombre escarba hasta el último átomo
Para darle a la bomba más efecto.

¡Silencio!
¡No! El hombre ha sido, es y será un ser perverso.
Fue producto de esta cansada tierra ¡Sí!
Pero parió un engendro.
El hombre ha sido avance de la civilización
¡Es cierto!
Ya conquistó la luna y encamina su vista al universo.
Yo vi matar una vez a un hombre
Por robar un miserable peso;
Utilizó la ciencia para su fin avieso
Y aún anda ese hombre por ahí,
Como coyote hambriento.

¿Qué prueba eso?
La humanidad no es sólo el hombre ¡Son cientos!
Millones y millones que pueblan la tierra
Y en esfuerzo común llevan ardua tarea
Para conseguir más viviendas, más escuelas,
Tú, como niño, ¿Dónde hiciste tus primeras letras?
¿Y no fue un ser humano, maestro o maestra
el que generoso te enseñó la ciencia?

¡Sí, fue un maestro, y le guardo profundo cariño!
Siempre tuvo frases de amor y consuelo
Hacia todos los niños,
Nos mostró la ciencia, quitando los cardos
Y espinas que había en el camino.
Pero un día, transformó su vida y cambió de destino.
Por los campos de batalla a nuestra escuela,
gis y pizarrón los cambió por un tanque de guerra,
y hoy combate en todas partes: como perro y perra.

¡Mentira! Se respira paz en toda la tierra.
Lo sucedido en Hiroshima ¿Quién no lo recuerda?
Lo que pasó en Nagashaki aun nos aterra.
Imposible otro conflicto mundial, tu mente está enferma
¿Porqué no irán al sur? En una islas llamadas Malvinas,
donde aun combaten la Inglaterra y la Argentina,
donde mueren hombres, mujeres y niños, donde todo es ruina, mientras que la ONU cobarde se esconde,
a hablar no se anima. Sus embajadores
se ponen de acuerdo en una cantina,
surgen las alianzas, con champaña brindan,
intercambian armamentos, los pactos se firman
para que siga la guerra, ¿Qué importan las vidas?
Esa parte del sur ¿será otra Hiroshima?
Reza un refrán: “Quien te enseña a caminar, jamás camina”

A todos los niños del mundo, pidan una vida justa,
Más unida; no queremos los ejemplos de Inglaterra y Argentina;
Gobiernos sin conciencia, hienas asesinas.
Escúchennos todos, militares y civiles;
Han llenado el alma de los niños de metrallas y fusiles,
Han hecho campos de batalla con sus juegos infantiles,
Han transformado su mirar sereno
En lanzamientos de cohetes y misiles,
Quieren hacer de sus conciencias limpias,
Autómatas armados y serviles.

Niño de este cansado mundo ¡Protesta!
Que no pongan en tus inocentes manos un cañón y
Metralletas, que tus juegos no sean
En campo de batalla y de violencia.
Escúdate en tu inocencia ¡En tu defensa!

¡En tu defensa! El hombre se revuelca
en la hediondez de su puerca conducta,
revisa mapas mundi, oráculos consulta,
provoca a la muerte, se lanza en su busca,
mata por matar, su fin no le asusta,
mata por matar, su fin no le asusta.

Ese es el ser racional llamado HOMBRE
Que en su aceda conciencia la maldad oculta.
El hombre camina hacia una destrucción perfecta.
¡Es cierto! Se va quedando sólo en su estúpido reto,
mira hacia la tierra poblada de espectros
y grita su victoria a todos los vientos.
Abriga una obsesión:
Quiere ser del mundo único dueño,
Delirio de un demente, imágenes de sueño;
Cuando cree ser grande,
El hombre mismo es más pequeño,
Tan sólo el reptil revolcándose en el suelo;
Eso sí, apto para matar, ese es su anhelo.

El hombre, siempre ha sido el hombre
Creador de conflictos,
Su nombre, con sangre en la historia lo ha escrito,
Se lanza al espacio, mira al infinito
Buscando otro mundo para el sacrificio.

Y la ciencia; esa ciencia, impune se le ha unido,
Avanzan de acuerdo para el exterminio,
Él uno, que pone el cerebro de maldad podrido,
La otra, que siembra el terror con su poder temido.
La voz de un niño, generalmente nunca es oída,
Por eso acudo a ustedes, hombres honrados
Y conciencias tranquilas.
Digan a los sabios, a todos los que habitan
Esa tierra sangrante y sufrida;
¡Que ya no armen más bombas que destruyen vidas!
¡Qué ahora inventen bombas que contengan comida!
Y las envíen a todo el mundo,
Donde existen niños con hambre y amibas.
Que en lugar de balas, las metrallas lancen
Sin fin de semillas,
Igual que cruzadas heroicas, henchidas,
Llevando el mensaje de amor a la vida.

Por eso te hablo a ti, para que tú me entiendas,
Niño de esta tierra que solloza y tiembla;
Tú, como fértil semilla que la paz engendra,
Tú, balanza imparcial que con horror contemplas
El principio y el fin de estas sucias contiendas.

Tú, que emitirás el juicio final de la ciencia,
¡Rebélate ahora, porque el tiempo apremia!
Que se escuchen todos, ve hasta sus viviendas,
Habla en mil idiomas para que te entiendan.
Demuestra que se puede cambiar esta tierra,
Que podemos sembrar una paz entre escombros de guerra.
Que queden atrás los escritos de odio y miseria,
Que ya no sea el hombre destructor del hombre,
Apoyado en la ciencia.
En una palabra: ¡Que ya no sea una bestia
Que de su misma carne se alimenta!

¡Esta es mi protesta!
Una última llamada que esparzo a los vientos,
Al alcance de los niños de todos los pueblos.
A mis hermanos todos, sean blancos o negros,
A los que llevan el hambre pegada a los cuerpos.
Un llamado de esperanza, de inicio, de reencuentro.
¡A todos los niños del mundo!
¡A todos los hombres de este planeta nuestro!

ESE


ABRAHAM RIVERA SANDOVAL

Villa Ayala Mor., a 15 de mayo de 1974

Ese que va silencioso por el angosto sendero,
Ese que poquito a poco su vida dio por el pueblo,
Ese que marcha vencido por el trabajo y el tiempo,
ese que va fatigado porque ya no aguanta el pecho,
que los años ya le pesan, que le pesa el sentimiento…
Ese es el joven que un día se enroló en el magisterio.

Ese que arrastra los pies al caminar con esfuerzo,
Que luce en las sienes canas porque le llegó él invierno,
Ese de mirada triste, de ojos opacos y muertos,
Que con labios temblorosos tal vez, musita un rezo,
Ese que va por la calle la dura cuesta subiendo…
Ese fue el joven que un día fue el más querido maestro.

Ese que tiene problemas por conseguir el sustento,
Ese que cobra un mendrugo porque ya no cobra sueldo
Que con mano temblorosa firma en el renglón ajeno
Porque sus ojos no miran como vieron hace tiempo,
Ese que va por la calle cargando su sufrimiento,
Ese fue el joven que ayer tuvo vigor y talento.

Ese que va paso a paso como buscando el sendero,
Ese que sostén no tiene en ningún agrupamiento,
Ese que cierra los ojos para acariciar recuerdos
Y que a doquiera que va recibe burla y desprecio,
Ese que viene hacia tí abandonado y enfermo…
Ese fue el líder de ayer… que no lo enfangó el dinero.

Ese que sólo se alegra con el lejano recuerdo
De aquellos gloriosos días en que en todo era el primero,
El que recibió medallas, el que obtuvo el Primer Premio,
El que por su gran valía representó a nuestro suelo.
Ese que ayer fue un atleta gallardo y digno de aprecio…
Esa vida ya se apaga como se apaga un lucero.

ESE que ahora es sólo sombra que va de la vida huyendo,
Con una linda Medalla de ALTAMIRANO en el pecho
Míralo bien, juventud, mírate en él, compañero
Y una flor de tu cariño ofrécele con un beso
Que sobre su mustia frente o sobre su blanco pelo
Será su mejor regalo en este día del maestro.
Pensando que en el futuro como él serás, de seguro:
Jubilado o pensionado, una sombra que se fuga.

Que mañana al no existir en este mundo terreno,
De este ser que supo amar, que no quedará ni el recuerdo,
Y sobre el tosco ataúd del que fuera un gran maestro,
Una flor y una medalla se perderán en el tiempo,
Mientras alguien como yo, con su jarana de pueblo,
A la vida y al dolor seguirá cantando versos.

DECLARACIÓN DE ODIO


EFRAIN HUERTA

Estar simplemente como delgada carne ya sin piel,
como huesos y aire cabalgando en el alba,
como un pequeño y mustio tiempo
duradero entre penas y esperanzas perfectas.
Estar vilmente atado por absurdas cadenas
y escuchar con el viento los penetrantes gritos
que brotan del océano:
agonizantes pájaros cayendo en la cubierta
de los barcos oscuros y eternamente bellos,
o sobre largas playas ensordecidas, ciegas
de tanta fina espuma como miles de orquídeas.
Porque, ¡qué alto mar, sucio y maravilloso!
Hay olas como árboles difuntos,
hay una rara calma y una fresca dulzura,
hay horas grises, blancas y amarillas.

Y es el cielo del mar, alto cielo con vida
que nos entra en la sangre, dando luz y sustento
a lo que hubiera muerto en las traidoras calles,
en las habitaciones turbias de esta negra ciudad.
Esta ciudad de ceniza y tezontle cada día menos puro,
ciudad de acero, sangre y apagado sudor.

Amplia y dolorosa ciudad donde caben los perros,
la miseria y los homosexuales,
las prostitutas y la famosa melancolía de los poetas,
los rezos y las oraciones de los cristianos.

Sarcástica ciudad donde la cobardía y el cinismo son alimento diario
de los jovencitos alcahuetes de talles ondulantes,
de las mujeres asnas, de los hombres vados.

Ciudad negra o colérica o mansa o cruel,
o fastidiosa nada más: sencillamente tibia.

Pero valiente y vigorosa porque en sus calles viven los días rojos y azules
de cuando el pueblo se organiza en columnas,
los días y las noches de los militantes comunistas,
los días y las noches de las huelgas victoriosas,
los crudos días en que los desocupados adiestran su rencor
agazapados en los jardines o en los quicios dolientes.

¡Los días en la ciudad! Los días pesadísimos
como una cabeza cercenada con los ojos abiertos.
Estos días como frutas podridas.
Días enturbiados por salvajes mentiras.
Días incendiarios en que padecen las curiosas estatuas
y los monumentos son más estériles que nunca.

Larga, larga ciudad con sus albas como vírgenes hipócritas,
con sus minutos como niños desnudos,
con sus bochornosos actos de vieja díscola y aparatosa,
con sus callejuelas donde mueren extenuados, al fin,
los roncos emboscados y los asesinos de la alegría.

Ciudad tan complicada, hervidero de envidias,
criadero de virtudes desechas al cabo de una hora,
páramo sofocante, nido blando en que somos
como palabra ardiente desoída,
superficie en que vamos como un tránsito oscuro,
desierto en que latimos y respiramos vicios,
ancho bosque regado por dolorosas y punzantes lágrimas,
lágrimas de desprecio, lágrimas insultantes.

Te declaramos nuestro odio, magnifica ciudad.
A ti, a tus tristes y vulgarísimos burgueses,
a tus chicas de aire, caramelos y films americanos,
a tus juventudes ice cream rellenas de basura,
a tus desenfrenados maricones que devastan
las escuelas, la plaza Garibaldi,
la viva y venenosa calle de San Juan de Letrán.

Te declaramos nuestro odio perfeccionado a fuerza de sentirte cada día más inmensa,
cada hora más blanda, cada línea más brusca.

Y si te odiamos, linda, primorosa ciudad sin esqueleto,
no lo hacemos por chiste refinado, nunca por neurastenia,
sino por tu candor de virgen desvestida,
por tu mes de diciembre y tus pupilas secas,
por tu pequeña burguesía, por tus poetas publicistas,
¡por tus poetas, grandísima ciudad!, por ellos y su enfadosa categoría de descastados,
por sus flojas virtudes de ocho sonetos diarios,
por sus lamentos al crepúsculo y a la soledad interminable,
por sus retorcimientos histéricos de prometeos sin sexo
o estatuas del sollozo, por su ritmo de asnos en busca de una flauta.

Pero no es todo, ciudad de lenta vida.

Hay por ahí escondidos, asustados, acaso masturbándose,
varias docenas de cobardes, niños de la teoría,
de la envidia y el caos, jóvenes del «sentido práctico de la vida»,
ruines abandonados a sus propios orgasmos,
viles niños sin forma mascullando su tedio,
especulando en libros ajenos a lo nuestro.

¡A lo nuestro, ciudad, lo que nos pertenece,
lo que vierte alegría y hace florecer júbilos,
risas, risas de gozo de unas bocas hambrientas,
hambrientas de trabajo,
de trabajo y orgullo de ser al fin varones
en un mundo distinto!

Así hemos visto limpias decisiones que saltan
paralizando el ruido mediocre de las calles,
puliendo caracteres, dando voces de alerta,
de esperanza y progreso.

Son rosas o geranios, claveles o palomas,
saludos de victoria y puños retadores.
Son las voces, los brazos y los pies decisivos,
y los rostros perfectos, y los ojos de fuego,
y la táctica en vilo de quienes hoy te odian
para amarte mañana cuando el alba sea alba
y no chorro de insultos, y no río de fatigas,
y no una puerta falsa para huir de rodillas.

A LA MUERTE DE MI AMIGO


IGNACIO RODRIGUEZ GALVAN

¿Por qué, el aire surcando,
dilatándose del bronce los sonidos;
y sin cesar vibrando
llegan a mis oídos
profundos y tristísimos gemidos?

¿Por qué de muerte el canto
en torno de ese féretro resuena?
¿Por qué el fúnebre llanto?
¿Por qué la amarga pena,
los cirios, y el clamor que el aire llena?

Te miro ante mis ojos
postrado sin aliento, amigo mío;
y sobre tus despojos
su manto negro y frío
tiende la muerte con placer impío.

Y en alas de querubes,
envuelta tu alma en esplendente velo,
y entre rosadas nubes
deja el impuro suelo,
y blandamente se remonta al cielo.

¡Oh, quién te acompañara!,
y ese mundo feliz que habitas hora
contigo disfrutara,
y la paz seductora
que, sin turbarse, en él eterno mora.

En mi patria no viera
sangre correr por la ciudad y llanos,
y que entre rabia fiera
hermanos con hermanos
hasta hundirse el puñal pugnan insanos.

Ni viera la perfidia
de nación, que risueña nos abraza,
y bramando de envidia
luego nos amenaza
y en su mente infernal nos despedaza.

Ni viera hombres malvados,
que sin temer de Dios el alto juicio,
de la ambición guiados
y el deshonroso vicio,
despeñan mi nación al precipicio.

Ni con feroz despecho
la miseria, elevándose espantosa,
cerrar contra su pecho
la humanidad quejosa
y devorar sus lágrimas ansiosa.

Y el luto y exterminio,
en pos del hambre descarnada y yerta,
extender su dominio
sobre su tierra muerta,
y a la peste letal abrir la puerta.
Feliz mi caro amigo,
feliz mil veces tú, que ya en el mundo
el dolor enemigo
con brazo furibundo
no rompe tus entrañas iracundo.

Dichoso tú, que vives
entre el gozo, la paz, la bienandanza
y no, cual yo, recibes
de amor sin esperanza
zozobras y martirios sin mudanza.

Y no sientes el yugo
de la suerte pesar sobre tu cuello,
ni el hombre es tu verdugo,
ni con ansia un destello
buscas de la verdad, sin poder vello.

Cuando el mundo habitabas,
con la voz de amistad consoladora
las penas aliviabas
de tu amigo, que ahora
hundido en e1 pesar tu ausencia llora.

A1 escuchar tus cantos,
do la razón brillaba y la poesía,
celestiales encantos
mi corazón sentía,
y en su mismo dolor se adormecía.

Si a tu alma por ventura
le es permitido descender al suelo,
cuando la noche oscura
me traiga el desconsuelo
ven a elevar mi pensamiento al cielo.

De mi agitado sueño
las escenas de horror benigno ahuyenta;
la imagen de mi dueño
en vez de ellas presenta,
y haz que tu grata voz mi oído sienta.

ADIÓS, OH PATRIA MÍA


IGNACIO RODRIGUEZ GALVAN

Alegre el marinero
en voz pausada canta,
y el ancla ya levanta
con extraño rumor.
De la cadena al ruido
me agita pena impía
Adiós, oh patria mía,
adiós, tierra de amor.

El barco suavemente
se inclina y se remece,
y luego se estremece
a impulso del vapor.
Las ruedas son cascadas
de blanca argentería.
Adiós, oh patria mía,
adiós, tierra de amor.

Sentado yo en la popa
contemplo el mar inmenso,
y en mi desdicha pienso
y en mi tenaz dolor.
A ti mi suerte entrego,
a ti, Virgen María.
Adiós, oh patria mía,
adiós, tierra de amor.
De fuego ardiente globo
en las aguas se oculta:
una onda lo sepulta
rodando con furor.
Rugiendo el mar anuncia
que muere el rey del día.
Adiós, oh patria mía,
adiós, tierra de amor.

Las olas, que se mecen
como el niño en su cuna,
retratan de la luna
el rostro seductor.
Gime la brisa triste
cual hombre en agonía.
Adiós, oh patria mía,
adiós, tierra de amor.

Del astro de la noche
un rayo blandamente
resbala por mi frente
rugada de dolor.
Así como hoy la luna
en México lucía.
Adiós, oh patria mía,
adiós, tierra de amor.

¡En México! . . . ¡Oh memoria! . . .
¿Cuándo tu rico suelo
y a tu azulado cielo
veré, triste cantor?
Sin ti, cólera y tedio
me causa la alegría.
Adiós, oh patria mía,
adiós, tierra de amor.

Pienso que en tu recinto
hay quien por mí suspire,
quien al oriente mire
buscando a su amador.
Mi pecho hondos gemidos
a la brisa confía.
Adiós, oh patria mía,
adiós, tierra de amor.

LA GOTA DE HIEL


IGNACIO RODRIGUEZ GALVAN

¡Jehovah! Jehovah, tu cólera me agobia!
¿Por qué la copa del martirio llenas?
Cansado está mi corazón de penas.
Basta, basta, Señor.
Hierve incendiada por el sol de Cuba
Mi sangre toda y de cansancio expiro,
Busco la noche, y en el lecho aspiro
Fuego devorador.

¡A, la fatiga me adormece en vano!
Hondo sopor de mi alma se apodera
¡y siéntanse a mi pobre cabecera
la miseria, el dolor!
Roncos gemidos que mi pecho lanza
Tristes heraldos son de mis pesares,
Ay a mi mente descienden a millares
Fantasmas de terror.

¡Es terrible tu cólera, terrible
Jehovah, suspende tu venganza fiera
O dame fuerzas, oh Señor, siquiera
Para tanto sufrir.
Incierta vaga mi extraviada mente,
Busco y no encuentro la perdida ruta,
Sólo descubro tenebrosa gruta
Donde acaba el vivir.

Yo sé, Señor que existes, que eres justo,
Que está a tu vista el libro del destino,
Y que vigilas el triunfal camino
Del hombre pecador.
Era tu voz la que en el mar tronaba
Al ocultarse el sol en occidente,
Cuando una ola rodaba tristemente
Con extraño fragor.

Era tu voz y la escuché temblando.
Clavóse un tanto mi tenaz dolencia
Yo adoré tu divina omnipotencia
Como cristiano fiel.
¡Ay, tú me ves Señor! Mi triste pecho
cual moribunda lámpara vacila,
y en él la suerte sin cesar destila
una gota de hiel.

Dulce Vejez


Autor:

También la vejez tiene horas bellas,
como tienen las tardes sus celajes,
como tienen las noches sus estrellas.
Dios no olvida a los ancianos,
El se regocija por las cosas bellas
que no cesan de brindarnos.

El hombre no deja de reír cuando envejece.
envejece cuando deja de reír.
Todo mundo ha sido joven,
pero no todos llegan a viejos.
es un privilegio de quien ha sabido
conducirse, gracias a buenos consejos.

En vez de lamentar que las rosas tienen espinas,
alegrémonos que las espinas estén coronadas de rosas,
¿Porqué, que es el anochecer sino un atardecer huyendo
¿y que es el amanecer sino la esperanza de la luz renaciendo?
Disfruta este día. Mañana también
y siempre haz lo mismo.

Que el resplandor de tu sonrisa y tu mirar
iluminen tus manos al saludar.
Seamos más afectuosos al despedirnos, porque,
quien sabe si nos volvamos a mirar….
Mientras haya luz en tu mirada
nadie notará tu piel cansada,
mientras haya amor en tu corazón
siempre Dios pondrá en ti una nueva ilusión.

Crece con la edad como crecen las sombras cuando el sol declina,
y surge al mundo potente como el día cuando la noche termina.
Envejezcamos con una actitud amable y tolerante,
que dé testimonio de una vida fecunda e importante.
La vida es una antorcha que debemos hacer arder tanto como sea posible,
en toda oportunidad sin dejar que el dolor nos ahogue en el mar de la
adversidad.

Muchos envejecen tan sólo por abandonar sus ideales,
nunca abandones los tuyos, lucha contra todos tus males.
Y tu vejez será la más dulce y viva experiencia,
de haber vivido dignamente tu propia existencia
y tu Dios te guardará eternamente junto a su presencia…!!!!!!

Donde estás, Señor!


Autor:

¿DONDE ESTAS ?…
Te grité aquella mañana
temblando de dolor … desesperado
y mi tristeza se elevó hecha grito
en la tranquila paz de tu Sagrario .

¿DONDE ESTAS ?..
Volví a gritar con voz más fuerte
quebradas las barreras de mi llanto
¡No puedo soportar este silencio !
¿DÓNDE ESTAS MI SEÑOR !…
¡Te estoy buscando!

“¡AQUÍ ESTOY !…
gritaste en mi conciencia……
y un mendigo cubierto con harapos
me vino a visitar en mis recuerdos
cargando su silencio resignado…
En su mano tendida había trizteza
en su mirada mucho de cansancio
caminando las calles de la vida
¡Cuántas veces sin verlo lo he cruzado !

“¡AQUÍ ESTOY !”…
repetiste con voz firme
y recordé aquel niño abandonado
que acurrucado en el banco de una plaza
encontré esta mañana tiritando…
Aunque era un niño descubrí en sus ojos
la dolida mirada de un anciano
cansado ya de haberlo visto todo
aunque había vivido pocos años .

“¡AQUÍ ESTOY !”..
y recordé de pronto
el andar vacilante del borracho
que con paso inseguro por las calles
andaba su bochorno y su cansancio .

“¡AQUÍ ESTOY !”…
y vino a mi memoria
la mirada perdida del muchacho
que buscaba en el mundo de las drogas
las sensaciones que aún no había encontrado

“¡AQUÍ !”…dijiste y yo cerré mis ojos
recordando los ojos de cansancio
de aquella prostituta que en las noches
traficaba su cuerpo manoseado .

“¡AQUÍ !”…agregaste y recordé al hambriento
revolviendo los tachos del mercado
buscando mitigar su hambre de siglos
en los restos que otros hombres despreciaron.

“¡AQUÍ!”..gritaste y vino a mi memoria
la cama del enfermo abandonado …
el jadeante respirar del perseguido
el llanto sordo del desheredado…
La vergüenza de los hijos naturales
el estéril clamor del condenado
que fueron de los vientres arrancados.

“¿DÓNDE ESTOY has venido a preguntarme?
¡AQUÍ ESTOY !…en el dolor de tus hermanos.

¡Deja de contentarte, reviviendo
en los artísticos cuadros mi calvario !
Yo cargo con dolor todos los días,
la dura cruz de los desheredados,
continúo sufriendo en los que sufren
y en su sangre me sigo desangrando…”

“¡Quita mi imagen de la cruz que llevas,
de las imágenes sin vida estoy cansado!

¡Cansado estoy del arte de los hombres
que al mundo siempre me han mostrado!
Yo acepté libremente mi designio
y a la cruz fui a morir enamorado.
¡Pero he resucitado al tercer día
y entre mi gente sigo caminando!”

“¡Yo no soy un pedazo de madera
ni una estatua de yeso coloreado !
Yo vivo en el dolor y el sufrimiento
de aquellos que los hombres marginaron!
andando los caminos de esta vida
revivo día a día mi calvario
¡Mil veces me torturan y me matan
en el diario sufrir de tus hermanos !”
“ También estoy aquí…dentro del templo
en donde ésta mañana me has buscado,
pero es hora que aprendas a encontrarme
en los que viven su Vía Crucis a tu lado…

Cuando me hayas encontrado en cada uno
y en ellos … viéndome me hayas amado…
puedes buscarme aquí…ten bien seguro…

Que en el Sagrario
siempre te estaré ESPERANDO”

Donde haya un arbol que plantar..


Autor: Gabriela Mistral

«Donde haya un árbol que plantar,
plántalo tú;
donde haya un error que enmendar,
enmiéndalo tú;
donde haya un esfuerzo
que todos esquiven,
acéptalo tú.

Sé el que aparta el camino la piedra,
el odio de los corazones y
las dificultades del problema.

Hay la alegría de ser sano y justo;
pero hay,
sobre todo,
la inmensa alegría de servir.

¡Que triste sería el mundo
si en él todo estuviera hecho!
Si no hubiera un rosal que plantar,
una empresa que emprender.

No caigas en el error de pensar
que sólo se hacen méritos
con los grandes trabajos.

Hay pequeños servicios,
preciosos a los ojos de Dios:
barrer la casa,
recoger basura,
poner una mesa,
ordenar unos libros…..

El servir no es una faena de esclavos.

Dios,
que es todo poderoso sirve,
y nos enseña a servir.

Servir al pobre,
al niño, al enfermo,
al débil, al anciano,
a todos los necesitados,
es servir a DIOS».

Dios!


Autor: Miguel de Unamuno

Señor, Señor, ¿por qué consientes
que te nieguen ateos?
¿Por qué, Señor, no te nos muestras
sin velos, sin engaños?
¿Por qué, Señor, nos dejas en la duda,
duda de muerte?
¿Por qué te escondes?

¿Por qué encendiste en nuestro pecho el ansia
de conocerte,
el ansia de que existas,
para velarte así a nuestras miradas?
¿Dónde estás, mi Señor; acaso existes?

¿Eres Tú creación de mi congoja,
o lo soy tuya?
¿Por qué, Señor, nos dejas
vagar sin rumbo
buscando nuestro objeto?
¿Por qué hiciste la vida?
¿Qué significa todo, qué sentido
tienen los seres?

¿Cómo del poso eterno de las lágrimas,
del mar de las angustias,
de la herencia de penas y tormentos
no has despertado?
Señor, ¿por qué no existes?
¿Dónde te escondes?

Te buscamos y te hurtas,
te llamamos y callas,
te queremos y Tú, Señor, no quieres
decir: ¡vedme, mis hijos!

Una señal, Señor, una tan sólo,
una que acabe
con todos los ateos de la tierra;
una que dé sentido
a esta sombría vida que arrastramos.
¿Qué hay más allá, Señor, de nuestra vida?

Ve, ya no puedo más, Señor,
de aquí no sigo,
aquí me quedo,
yo ya no puedo más, ¡oh Dios sin nombre!

Ya no te busco,
ya no puedo moverme, estoy rendido;
aquí, Señor, te espero,
aquí te aguardo,
en el umbral, tendido, de la puerta
cerrada con tu llave.

Yo te llamé, grité, lloré afligido,
te di mil voces;
llamé y no abriste,
no abriste a mi agonía;
aquí, Señor, me quedo,
sentado en el umbral como un mendigo
que aguarda una limosna;
aquí te aguardo.

Tú me abrirás la puerta cuando muera,
la puerta de la muerte,
y entonces la verdad veré de lleno,
sabré si Tú eres
o dormiré en la tumba.

EL SEMINARISTA DE LOS OJOS NEGROS


Poemas de Miguel Ramos Carrión

Desde la ventana de un casucho viejo
abierta en verano, cerrada en invierno
por vidrios verdosos y plomos espesos,
una salmantina de rubio cabello
y ojos que parecen pedazos de cielo,
mientas la costura mezcla con el rezo,
ve todas las tardes pasar en silencio
los seminaristas que van de paseo.

Baja la cabeza, sin erguir el cuerpo,
marchan en dos filas pausados y austeros,
sin más nota alegre sobre el traje negro
que la beca roja que ciñe su cuello,
y que por la espalda casi roza el suelo.

Un seminarista, entre todos ellos,
marcha siempre erguido, con aire resuelto.
La negra sotana dibuja su cuerpo
gallardo y airoso, flexible y esbelto.
Él, solo a hurtadillas y con el recelo
de que sus miradas observen los clérigos,
desde que en la calle vislumbra a lo lejos
a la salmantina de rubio cabello
la mira muy fijo, con mirar intenso.
Y siempre que pasa le deja el recuerdo
de aquella mirada de sus ojos negros.
Monótono y tardo va pasando el tiempo
y muere el estío y el otoño luego,
y vienen las tardes plomizas de invierno.

Desde la ventana del casucho viejo
siempre sola y triste; rezando y cosiendo
una salmantina de rubio cabello
ve todas las tardes pasar en silencio
los seminaristas que van de paseo.

Pero no ve a todos: ve solo a uno de ellos,
su seminarista de los ojos negros;
cada vez que pasa gallardo y esbelto,
observa la niña que pide aquel cuerpo
marciales arreos.

Cuando en ella fija sus ojos abiertos
con vivas y audaces miradas de fuego,
parece decirla: —¡Te quiero!, ¡te quiero!,
¡Yo no he de ser cura, yo no puedo serlo!
¡Si yo no soy tuyo, me muero, me muero!
A la niña entonces se le oprime el pecho,
la labor suspende y olvida los rezos,
y ya vive sólo en su pensamiento
el seminarista de los ojos negros.

En una lluviosa mañana de inverno
la niña que alegre saltaba del lecho,
oyó tristes cánticos y fúnebres rezos;
por la angosta calle pasaba un entierro.

Un seminarista sin duda era el muerto;
pues, cuatro, llevaban en hombros el féretro,
con la beca roja por cima cubierto,
y sobre la beca, el bonete negro.
Con sus voces roncas cantaban los clérigos
los seminaristas iban en silencio
siempre en dos filas hacia el cementerio
como por las tardes al ir de paseo.

La niña angustiada miraba el cortejo
los conoce a todos a fuerza de verlos…
tan sólo, tan sólo faltaba entre ellos…
el seminarista de los ojos negros.

Corriendo los años, pasó mucho tiempo…
y allá en la ventana del casucho viejo,
una pobre anciana de blancos cabellos,
con la tez rugosa y encorvado el cuerpo,
mientras la costura mezcla con el rezo,
ve todas las tardes pasar en silencio
los seminaristas que van de paseo.

La labor suspende, los mira, y al verlos
sus ojos azules ya tristes y muertos
vierten silenciosas lágrimas de hielo.

Sola, vieja y triste, aún guarda el recuerdo
del seminarista de los ojos negros…

El violín de Yanko


MARCOS RAFAEL BLANCO BELMONTE

Madre la selva canta,
y canta el bosque y canta la llanura,
y el roble que a las nubes se levanta,
y la flor que se dobla en la espesura,
y canta y juega el viento en el camino,
y en el rubio trigal las amapolas,
y en el cauce el arrollo cristalino,
y los troncos, los tallos, las corolas,
la tierra, el cielo azul, la mar gigante
y las hierbas que bordan el barranco.
Madre, es una canción dulce y vibrante,
que a Yanko llega y que comprende Yanko.

Era Yanko un chicuelo,
más rubio y sonrosado que la aurora,
con los ojos tan puros como el cielo
y el alma cual de artista soñadora.
La música del campo lo atraía…,
adivinaba un himno en los rumores,
que el viento recogía
al besar los arbustos y las flores,
y en el gorjeo matinal del ave,
y en el silencio de la noche grave
y en cáliz gentil de la violeta,
hallaba una canción tierna y sin nombre,
la canción sacrosanta del poeta
que apenas puede comprender el hombre.

Siempre que del mesón en la cocina
brotaban los armónicos raudales
de un violín cuya nota cristalina
es dulce cual la miel de los panales,
él escuchaba con sublime encanto
esa canción de arrullador cariño,
y con los ojos húmedos de llanto,
«quién tuviera un violín «, pensaba el niño.

La voluntad emperatriz altiva,
prestó a Yanko inventiva
para hacer un violín débil, crujiente,
cual hecho de un caballo con las crines
y con ramas de verdes limoneros;
violín tan semejante a los violines
como un trozo de vidrio a los luceros…
Mas, ¡ay!, en tal violín fue el llanto queja,
y fue la queja destemplado grito:
¡cual ruiseñor no gime la corneja
ni anida la endecha seductora
en un violín que llora cuando canta,
en un violín que chilla cuando llora!

Una noche estival toda fulgores,
al entreabrir sus párpados el cielo,
y al entornar sus cálices las flores,
arriesgóse el chicuelo
a entrar en la cocina,
y a impulsos de sus ansias ideales
tomó el rico violín de voz perlina
y le arrancó torrentes musicales.
Los peones: «al ladrón», despavoridos
gritaron, despertándose del sueño
y sordos a los ruegos y gemidos,
feroces maltrataron al pequeño.

Agonizaba Yanko. En su agonía,
Febril y estertoroso, repetía:
«Madre la selva canta,
y canta el bosque y canta la llanura,
y el roble que a las nubes se levanta,
y la flor que se dobla en la espesura,
y las alondras al emprender el vuelo,
y las hierbas que bordan el barranco».
Y al expirar el niño, en noble anhelo,
Dijo: «¿Verdad, mamita, que en el cielo
Dios le dará un violín al pobre Yanko?

LA BAJADA DEL CALVARIO


Por los caminos de la Amargura
(piedras de sangre, polvo de llanto)
por el sendero de los
dolores largos, muy largos…,
sin un gemido, sin un sollozo
vuelve la Madre desde el Calvario.
Toda silencio. Mortal silencio
sella sus labios;
la frente inclina con el agobio
de su quebranto,
y en lo más hondo del alma-cielo
lleva la imagen del Hijo amado.
Y ella lo ha visto sufrir la befa
del populacho…
y era la carne de sus entrañas
la que en el leño miró sangrando…
Y así le duelen en las entrañas
los martillazos…
Y así agoniza… Que su Hijo ha muerto
crucificado.

La Madre avanza por el camino
(piedras de sangre, polvo de llanto),
y temblorosa baja el sendero
por Jesucristo santificado…
Y entre las huellas busca la huella
de aquellos pasos
que abrieron surcos de luz divina
mientras el Mártir, agonizando
se desplomaba bajo el madero
y con la angustia del fin cercano,
llora la Madre cuando desciende
desde el Calvario…
Para su pena no existe olvido,
tregua ni bálsamo…
Y si remembra la dulce infancia
del Adorado,
y si memora su hogar dichoso,
y si recuerda los tiernos brazos
que de su cuello fueron caricia…
tiembla en congoja de fiero espanto.
Porque su Niño, siendo inocente,
sufrió el castigo de los malvados;
porque está rota su santa vida;
porque sus brazos
ya no se mueven, ya no bendicen,
y ya no siembran sin un descanso
el pan sublime de las verdades
que lo divino puso en lo humano.
Sin un sollozo, sin un gemido,
baja la Madre desde el Calvario…
En lo más puro de sus entrañas,
la cruz del Mártir se le ha clavado;
y en lo más hondo de sus pupilas
y en su recuerdo lleva sangrado
la cruz del Hijo,
del Bienamado,
que de la vida pasó a la muerte
con la sonrisa siempre en los labios.
Y cuando baja la Dolorosa
(mustia azucena, lirio tronchado),
cuando vacila por el sendero
largo, muy largo…,
pobres mujeres la compadecen,
santas mujeres siguen sus pasos,
y alguien murmura:
-Ved a la Madre
del suplicado;
esa es la Madre del Nazareno,
que hoy ha sufrido muerte y escarnio.
Siempre en silencio llora la Madre,
y hay en su llanto
misericordia por los que sufren,
por los que viven siempre llorando,
por cuantas madres haya en el mundo
que a un hijo miren sacrificado
sobre la cumbre de su Calvario…
¡Y por la Madre del Nazareno
qué pocas madres derraman llanto!

···········

Sin un sollozo, sin un gemido,
mustia la frente, mudos los labios,
como una imagen de eterna angustia
vuelve la Madre desde el Calvario.

MARCOS RAFAEL BLANCO BELMONTE

Carta a mi madre


Carta a mi madre
Miguel Ángel Menéndez Reyes

Diciembre de 1926

Madrecita linda:

Todos mis cariños se dispersan,
y todos mis rosales se deshojan,
y todas las fragancias se me alejan.

Sólo me quedas tú, piadosa y blanca,
como nombre de amor entre mis quejas,
como hilo de agua en el desierto,
como rosa de luz entre la selva…

Eres igual a un árbol cuya fronda
llena de nidos nos protege y canta.

Madrecita linda:

Tus lágrimas se han vuelto gemas;
deja que las engarce yo
en el hilo de oro de un poema
y hacer así un collar para tu amor.

«El hambre no tiene rostro»


«El hambre no tiene rostro»
De la antología poética «El hambre no tiene rostro» del profesor Fidencio Escamilla Cervantes, el siguiente poema:

Hay pobreza en mi rancho.

Yo vengo de un pobre rancho,
con hambre, sed y descalzo.
Me vine por el desierto,
entre pantanos y charcos.
Baje en busca de medicina
y pa´mendigar un taco;
porque allá de donde vengo
l´hambre nos está matando.

Nomás no hay maíz pa´tortillas
y leche, pos cada y cuando,
por a´i unos chiles verdes
y unos cuantos frijoles rancios.
Los chiquillos s´tan tripones
de lombrices y gusanos.
Vamos, que hasta los perros,
todos bien ñengos y flacos.

Las muchachas casaderas
con sus vestidos de blanco,
sus mejillas sonrosadas
pero sus ojos, llorando.
Salen dizque a dar la vuelta
y al galán andan buscando.
Ya no hay mozos que las miren:
se fueron pa´l otro lado.

Quedan en el caserío
a lo mejor unos cuantos.
¡Bah! La mayoría son ancianos
y uno que otro borracho.
Y las muchachas del pueblo,
solteras se están quedando:
o bien, desvisten borrachos
o se quedan pa´vestir santos.

Hay por a´i una parroquia
que se está destartalando
y un cura que a mi buen juicio
ha de tener como mil años.
Lo conoció mi abuelito
y entonces era un muchacho,
pero, ya esta está carcomido,
viejo, chueco y jorobado.

Eso sí, también está una cantina
donde caemos los sábados,
para ponernos bien “pingos”
con mezcal, pulque o “curado”.
Allí olvidamos las penas
manque sea tan sólo un rato;
cambiamos al mundo mil veces
y soñamos y soñamos.

También está la escuelita,
pos si así se le llama, a un cuarto
todo lleno de alacranes
que torean nuestros muchachos.
Con un pedacito de gis
y un pizarrón desgatado,
unos alumnos con hambre
y un maestro pobre y flaco.

Eso sí, l´entran duro al alfabeto
¡Se lo comen a pedazos!
Porque si no le inteligen
les dan sus buenos varazos.
El profe se pone muino
y los desoreja a ratos;
eso sí ¡Cómo los quiere!
Se le nota que es de abajo.

Les habla re te bonito
a los mocosos carajos,
y a´i los tiene sentaditos
con el hocico babeando.
Pelando tamaños ojos
y con ganas, escuchando.
Yo crioque en esos momentos
¡Qué bonito s´tan soñando!

Luego a nosotros nos habla
d´este México nostálgico.
Del derecho que tenemos
de querer paz y trabajo.
Que todos semos iguales,
ricos y pobres, hermanos.
Prietos y blancos ¡Qué importa!
Todos semos mexicanos.

Pero, por eso no quita l´hambre
que todos traemos colgando;
y allá en mi rancho tan pobre,
pos menos, si no hay trabajo.
Por eso viene corriendo,
por medicinas y un taco.
¡Deveritas, se lo juro!
¡Hay pobreza allá en mi rancho!

Regala flores


Regala flores

Cuando sientas el alma entristecida
y a tu rostro, la pena amarga florece;
date un regalo excepcional en vida:
ama a tu mundo y regala flores.
Si en tu camino encuentras tierra yerma
y ausencia total de magníficos olores;
da gracias al Señor ¡No temas!
Es tu oportunidad ¡Tú siembra flores!

Cuando en el bosque te atrape su espesura
y no escuches los trinos de los pájaros cantores
sintiendo que la soledad te abruma;
eleva tu autoestima y riega flores.
Si en tu peregrinar por vastos lares
encuentras mil odios y temores;
lleva humildad a esos lugares
y enséñalos a amar, sembrando flores.

Cuando sientas la luz sobre tu pecho
porque a tu puerta tocaron los amores,
serás hombre feliz ¡Dalo por hecho!
Llena tu hogar con hijjos… ¡También con flores!
Si con el tiempo se fueron de tu lado
y provocaron en ti, fuertes dolores;
con fortaleza, humildad, hazlos a un lado
y con amor fraterno… ¡Cultiva flores!
Cuando llegue el final de tu destino
y de tu vida no queden resplandores
recibirás lo que te hayas merecido:
si flores siembras… te colmarán de flores.
Y así, en el sepulcro donde estés inerte,
alejado de envidias y rencores,
habrá a tu alrededor por siempre ¡Siempre!
Todo una eternidad… ¡Miles de flores!

profr. fidencio escamilla cervantes

¡Qué tristeza la del indio!


Que triste y negra es la vida
del Indio que Dios no quiere,
que hasta en la iglesia lo hieren
cuando en domingo va a misa.
Entra si lleva camisa
y sombrero de paja, en mano;
al cacique lo llamará «amo»
y al señor cura, «Ilustrísima».

Caminará de puntitas
y hasta aquel rincón, rezando;
a su Dios padre implorando
con la mirada sumisa.
Y allí, plasmada en retablos,
las falacias de dulzura
y trás de todo esto, el Cura
que lo transformó en esclavo.

La Iglesia lo hizo cristiano
con latigazos de fe,
obligado a obedecer
las exigencias del «amo».
Y así, sus callosas manos
a Dios y al «amo» se dieron,
entre bautismos y miedos;
entre santones y diablos.

Que triste y negro destino
del Indio que muere aprisa,
y aún se revuelca de risa
viendo a su «amo», divertido.
Al burgués, que pagó en oro
el sudor de su camisa
y como todo buen fascista
¿Reclama a quién, su tesoro?

Y caminando de prisa,
al doctor busca en su casa;
a la hechicera, en la paja
y al señor Cura en la misa.
Para curar la camisa,
el doctor no tiene ciencia,
ni la hechicera, paciencia
y el Cura no lleva prisa.

… El Indio busca la muerte
que para su buena suerte,
llegó con una sonrisa.

profr. fidencio escamilla cervantes